miércoles, 20 de abril de 2011

Le Petit Prince.

- Creo que, para su evasión, aprovechó una migración de pájaros silvestres.





- A cualquier parte. Derecho, siempre adelante...
[...]
- Derecho, siempre adelante de uno, no se puede ir muy lejos...

- Las personas grandes aman las cifras. Cuando les habláis de un nuevo amigo, no os interrogan jamás sobre lo esencial. Jamás os dicen: <<¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?>> En cambio, os preguntan: <<¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos tiene? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?>> Sólo entonces creen conocerle.

- Pero claro está, nosotros, que comprendemos la vida, nos burlamos de los números.

- ¡Ah, principito! Así, poco a poco, comprendí tu pequeña vida melancólica. Durante mucho tiempo tu única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. [...]
  - Me encantan las puestas de sol. Vamos a ver una puesta de sol.
  - Pero tenemos que esperar...
  - ¿Esperar qué?
  - Esperar a que el sol se ponga.
Al principio pareciste muy sorprendido; luego, te reíste de ti mismo. Y me dijiste:
  - ¡Me creo siempre en mi casa! [...]
  - Un día, vi ponerse el sol cuarenta y tres veces.
Y poco después agregaste:
  - ¿Sabes?... Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol...
  - ¿Estabas, pues, verdaderamente triste el día de las cuarenta y tres veces?
El principito no respondió.


- Las espinas, ¿para qué sirven? [...]
- Las espinas no sirven para nada. Son pura maldad de las flores.
[...]
- ¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas.
[...]
- Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que los corderos comen igualmente las flores. ¿Y no es serio intentar comprender por qué las flores se esfuerzan tanto en fabricar espinas que no sirven nunca para nada? ¿No es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es más serio que las sumas de un Señor gordo y rojo? ¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo, que no existe en ninguna parte, salvo en mi planeta, y que un corderito puede aniquilar una mañana, así, de un solo golpe, sin darse cuenta de lo que hace? ¿Esto no es importante?
Enrojeció y agregó:
- Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Se dice: <<Mi flor está allí, en alguna parte...>> Y si el cordero come la flor, para él es como si bruscamente, todas las estrellas se apagaran. Y esto, ¿no es importante?
No pudo decir nada más. Estalló bruscamente en sollozos. [...]
No sabía cómo llegar a él, dónde encontrarlo... ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas!...


-..., la flor no terminaba de preparar su embellecimiento. Elegía con cuidado sus colores. Se vestía lentamente y ajustaba uno a uno sus pétalos. No quería salir llena de arrugas como las amapolas. Quería aparecer con el pleno resplandor de su belleza. ¡Ah, sí! ¡Era muy coqueta! Su misterioso atavío había durado días y días. Y he aquí que una mañana, exactamente a la hora de la salida del sol, se mostró.
Y la flor, que había trabajado con tanta precisión, dijo en medio de un bostezo:
- ¡Ah!, acabo de despertarme... Perdóname... Todavía estoy despeinada...
El principito, entonces, no pudo contener su admiración:
- ¡Qué hermosa eres!
- ¿Verdad? -respondió suavemente la flor-. Y he nacido al mismo tiempo que el sol...



- No debí haberla escuchado; nunca hay que escuchar a las flores. Hay que mirarlas y aspirar su aroma. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no podía gozar con ello. [...] Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla.

- Y cuando regó por última vez la flor, y se dispuso ponerla al abrigo de su globo, descubrió que tenía ganas de llorar. [...]
  - Sí, sí, te quiero -prosiguió la flor-. No has sabido nada, por mi culpa. No tiene importancia. Pero has sido tan tonto como yo. Procura ser feliz... Deja el globo en paz. Ya no lo quiero.
  - Pero el viento...
  - No estoy tan resfriada como para... El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor.
  - Pero los animales...
  - Es preciso que soporte dos o tres orugas si quiero conocer a las mariposas. ¡Parece que es tan hermoso! Si no, ¿quién habrá de visitarme? Tú estarás lejos. En cuanto a los animales grandes, no les temo. Tengo mis garras.


- Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer -replicó el rey-. La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón.


El planeta siguiente estaba habitado por un bebedor. Esta visita fue muy breve, pero sumió al principito en una gran melancolía.
- ¿Qué haces ahí? -preguntó al bebedor, a quien encontró instalado en silencio, ante una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.
- Bebo -respondió el bebedor, con aire lúgubre.
- ¿Por qué bebes? -preguntole el principito.
- Para olvidar.
- ¿Para olvidar qué?
- Para olvidar que tengo vergüenza -confesó el bebedor bajando la cabeza.
- ¿Vergüenza de qué? -indagó el principito, que deseaba socorrerle.
- ¡Vergüenza de beber! -terminó el bebedor, que se encerró definitivamente en el silencio.


- ¿Y qué haces con esas estrellas?
- ¿Qué hago?
- Sí.
- Nada. Las poseo.
[...]
- Yo -dijo aún- poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas...


Cuando enciende el farol es como si hiciera nacer una estrella más, o una flor. Cuando apaga el farol, hace dormir a la flor o a la estrella. Es una ocupación muy hermosa. Es verdaderamente útil porque es hermosa.


...Sin embargo, es el único que no me parece ridículo. Quizá porque se ocupa de una cosa ajena a sí mismo.


- Me pregunto si las estrellas están encendidas a fin de que cada uno pueda encontrar la suya algún día. Mira mi planeta. Está justo sobre nosotros... Pero ¡qué lejos está!


- ¿Crear lazos?
- Sí -dijo el zorro-. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachito. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
- Empiezo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... Creo que me ha domesticado.
[...]
Si me domesticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste! Pero tú tienes cabellos de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...
[...]
- Hay que ser paciente -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito.
- Hubiese sido mejor venir a la misma hora -dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón...

He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.

- Por la noche mirarás las estrellas. No te puedo mostrar dónde se encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas... Todas serán tus amigas. Y luego te voy a hacer un regalo... [...]  Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reír!
Y volvió a reír.
- Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo.


¡Buenas blogueros! Siento que esta entrada sea tan larga, pero mi Principito no se puede acortar. Es demasiado especial, cada palabra cuenta como la siguiente.


(Tú eres mi pequeño principito)

1 comentario:

  1. Hola hola escrito sobre viento! bueno muchas gracias por seguir mi blog, espero que te pases a menudo y te animes a comentar cuanto quieras, yo tengo la mania de seguir a todo aquel que me sigue, y ademas, muchas veces llevandome una grata sorpresa, como en este caso ha sido, porque tu blog es genial.

    me encanta el nombre, ha empezado sonandome la BSO del show de truman asi que no se puede pedir mas! jajaj la primera impresion fantastica, y veo que eres un amante de la forma de pensar del principito :)

    bueno, no me enrollo mas, te leo de cerquita, andare por aqui con tu permiso.

    1saludo

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